The Father: hacerse viejo | Reseña

Escrita por Emilia Patiño Carreño @Emiliap555

A todos nos ha pasado llegar a la cocina y no acordarnos de por qué fuimos hasta ahí; buscar desesperadamente los lentes y darnos cuenta que los teníamos puestos; encontrarnos con alguien que nos saluda amablemente y no tener idea de quién es, ni por qué nos conoce. Todos tenemos fallas en la memoria de vez en cuando, además todos los recuerdos son algo distorsionados por la subjetividad de cada uno. Pero te imaginas pasar todo el día preguntándote sobre qué haces en la cocina, a dónde ibas, y por qué… ¿Te imaginas vivir en una eterna confusión de recuerdos?

“The Father” (o cómo perder toda esperanza en menos de dos horas) nos cuenta la historia de Anthony (Anthony Hopkins), un hombre mayor que tiene algún tipo de demencia, lo que le provoca una pérdida de memoria, haciéndole confundir a las personas, las situaciones, los lugares… bueno todo. Esta eterna confusión lleva a Anthony a un constante loop en sus recuerdos, en el que se repiten una y otra vez las mismas situaciones, cambiando pequeños elementos que distorsionan más su historia. 


La película está construida de una forma sencilla, que hace que el personaje y su situación cobren más fuerza. Casi toda la película sucede en un mismo departamento y cuenta con tan solo seis personajes, pero estos, con las múltiples combinaciones que el cerebro de Anthony logra mezclar, hacen que la película tenga exactamente lo que necesita, para hacernos entender, y sobretodo, sentir por lo que el personaje está pasando. Esto es lo más valioso de la película, llevarnos a una situación en la que nadie quisiera estar, pero de la que no podemos salir. 




“The Father” no te permite salir de la mente del personaje principal, y es que está tan bien trabajado desde el punto de vista, que la película te lleva a ver exactamente lo que ve Anthony, a veces sin estar seguros de que sea cierto o real. Va creando la sensación de inseguridad paulatina, cuando cada vez más el personaje parece perderse en la memoria y el presente, va creyendo menos en sí mismo y sus propios pensamientos. Para lograr esto, usa especialmente dos elementos: el montaje y los movimientos de cámara. 


El montaje crea confusión. A veces sin aviso, un cambio de plano significa un cambio de personaje, un cambio en el tiempo, en el lugar, en lo que sea. El montaje salta de recuerdo en recuerdo, sin permitirle al personaje entender lo que está pasando. Es cruel a veces, cuando tenemos un momento que parece de lucidez, nos vuelve a llevar a un lugar desconocido. 


Por su lado la cámara, con planos secuencia que nos llevan a darle la vuelta al lugar donde están los personajes, nos muestra que también le estamos dando la vuelta a la situación en la que Anthony está. Hay un plano especialmente que se utiliza en más de una ocasión en momentos clave: Anthony está parado hablando con alguno de los otros personajes, la cámara empieza a girar mostrando el resto del espacio, y cuando llegamos a un punto ya todo cambió, de nuevo. Este tipo de recursos ayudan al espectador a ir entendiendo cuando se va a volver a transformar de nuevo el mundo del personaje.



Trailer cortesía de BF Distribution

Estos cambios, o saltos en los recuerdos dejan a Anthony perdido en su memoria, en su vida, y junto a él al espectador. Cada vez que crees estar entendiendo cómo realmente pasaron las cosas, nos mueven las fichas del juego. Es como si estuvieras caminando y cuando giras en una esquina vuelves a la misma calle, pero la calle ya no es la misma, aunque parece que sí. La película nos muestra esta sensación de completa confusión, pero sobretodo la soledad y vacío que te da la falta de memoria. La sencillez que aparenta la película, realmente esconde un mundo complejo sobre cómo funciona la mente y la tolerancia que le tiene el “mundo real” al “mundo subjetivo”. Hay que verla, no solo porque la producción completa es una obra maestra, pero sobre todo para entender lo que significa realmente “hacerse viejo”. 

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