NOCHE DE FUEGO | RESEÑA
Escrito por Emilia Patiño @emiliap555
Ana tiene esa edad donde la línea entre ser niña y preadolescente es cada vez más fina. Los juegos, los chistes y las conversaciones saltan entre la inocencia propia de la niñez y la curiosidad que surge en la adolescencia, pero también cambia el cuerpo y los intereses. Ana y sus amigas, quienes están pasando por esa misma etapa, no notan los cambios todavía, pero sus madre sí lo notan y saben que esos cambios son peligrosos en donde viven.
Es que Ana y sus amigas no viven en cualquier pueblo de México, viven en uno donde se trabaja en los campos de amapola para los narcos, donde militares y policías son parte del negocio, o no tienen la capacidad de controlar nada, donde no hay garantías para los profesores, ni para los doctores, no para nadie. Donde se respira peligro. Pero sin importar lo peligroso que sea un espacio, siempre es más peligroso para las mujeres, algo que la madre de Ana tiene muy claro.
“Noche de Fuego” ópera prima de ficción de la documentalista mexicana Tatiana Huezo, es una película cruda y a la vez inocente, pues nos muestra esta realidad desde los ojos de una niña, que no termina de entender lo que pasa y a quien no le cuentan del todo las cosas, pero que poco a poco va encontrando pistas para saber que su vida no está nunca segura. Es, seguramente, el manejo de este punto de vista lo que vuelve a esta película tan impactante, pues es la visión de Ana y sus amigas lo que nos hace entender cómo poco a poco se va perdiendo la inocencia.
La película nos muestra situaciones “cotidianas” de la vida de estas niñas, a modo de pistas, sobre la situación que viven y las verdaderas intenciones de las madres. Estas escenas filmadas con una increíble sensibilidad y sin perder nunca el punto de vista, nos muestran la incertidumbre y el miedo constante en el que viven las madres de niñas, al saber que en cualquier momento sus hijas pueden ser secuestradas. A la vez sentimos que las niñas también tienen miedo, pero sin estar seguras de por qué.
Uno de estos momentos es la escena en la peluquería, donde a Ana le cortan el pelo como a un hombre, “es para que no te de piojos” le dice la madre, pero como espectador entendemos que tiene otras razones. Ana llora mientras mira como su pelo cae al piso, y tomada de la mano de su amiga, se siente que están perdiendo una parte de su identidad, de cómo están acostumbradas a verse al espejo. Ellas, aunque no terminan de entender por qué sus madres les obligan a eso, saben que no tienen poder de decisión sobre esto, y que tendrán que aprender a adaptarse a más situaciones parecidas a lo largo de sus vidas, no porque quieran, sino porque no son del todo libres si quieren estar seguras. Esta no es la primera vez que vemos como la madre de Ana trata de evitar que aparezca la mujer en la que la niña se convertirá. Cuando Ana juega a pintarse la boca, la madre le obliga a quitarse el maquillaje. Es que mientras más crezca, más peligros y amenazas tendrá que enfrentarse.
Ese peligro que siempre se siente presente, está mezclado con una dulzura infantil de la amistad que tienen las niñas. Sus juegos, y conversaciones nos muestran que si bien entiende que no están seguras, la inocencia no es tan frágil como siempre creemos. Las tres amigas juegan a leerse la mente, en un intento de cuidarse, se conocen, y se cuidan. Al darse las espaldas y tratar de adivinar qué número está pensando la otra, nos muestran una especie de magia entre ellas. El mundo puede derrumbarse, mientras ellas están juntas son fuertes.
Esta relación les permite seguir siendo ellas, a pesar de la situación que viven y los peligros que deben enfrentar, la esencia de quienes son, nunca desaparece. Vivimos en un mundo peligroso, pero eso no debería hacernos cambiar o perder nuestra identidad, las amistades muchas veces son las que nos ayudan a mantener un ancla para no perdernos.
Noche de Fuego es uno los titulos imperdibles del Festival de Lima y está disponible para Perú hasta el 29 de agosto, mírala AQUÍ. Su estreno oficial para toda latinoamérica estará a cargo de Netflix a partir del mes de septiembre. Aunque es dura y cruda, vale la pena verla.
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